Cornezuelo de centeno

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CornezueloCenteno.png
Claviceps purpurea Tulasne

Espiga de centeno con dos cornezuelos, un poco reducida. (De Margarita Mascians.)

Sinonimia

cast., cornatillo, espolón de centeno (en francés, ergot de seigle), tizón de centeno, moro de centeno; port. y gall., ceñteio-cómuto (en italiano segale o segala comuta), cravagem-do-centeio, es- porao-do-centeio,?centeio-negro, centeio espigado; comello, comecho, cornizo, cornellán, comal, grao de corvo, dentón, pigomia; cat., ségol 'cornut segal o segle comut), ségol banyut


Descripción

Este honguito se cria en las espigas de los cereales, sobre todo las del centeno, entre cuyos granos asoman unos a modo de cornezuelos de color muy oscuro o negros, un poco encorvados, durante la granazón. Los que se desprenden de la espiga, a menudo con la siega del cereal, pasan el invierno en el suelo, sin dar señales de Vida. Son duros, por la gran condensación del micelio de que están fonriados; y por esta razón se llaman esclerocios (del griego soleros, duro), pero remojados con las lluvias, estimulados por las heladas alentados por el Calorcillo de abril y mayo, írós^Comezuelos mueven. En la superficie de los mismos sé forman unas a modo de pústulas de color sonrosado, de las cuales se levantan unos pedículos que rematan en sendas cabecitas redondeadas, erizadas de numerosas verruguitas. En el extremo de cada una de éstas se abre el poro apical de cada una de aquellas botellitas antedichas, embutidas en la cabezuela y con largo cuello, dentro de las cuales nacen los ascos. Cuando maduras, las esporas de estos ascos, delgadas como una hebra, salen al exterior por el orificio apical de las botellitas, que reciben el nombre de peritecios, y el aire lleva por doquier. Las que caen sobre una espiga en cierne germinan sobre el estigma y se desarrollan sobre las flores incipientes. Así se forman tramas de filamentos poco apretadas, que pronto se resuelven en su extremo en esporas de membrana sutil, los llamados conidios, los cuales flotan en una especie de licor meloso segregado por el propio hongo. Este humor azucarado es apetecido por los insectos, que acuden a libarlo de flor en flor, y aquel néctar en que flotan facilita la dispersión de los conidios, porque se pegan a sus patas y a otras partes de su cuerpo.

Cuando una de estas esporas conidianas se queda prendida en el estigma de una flor de centeno, en el y sólo en él es capaz de desarrollarse por su natural; por el estigma llega hasta el rudimento del fruto y medra a costa de los jugos que, destinados a nutrir el grano incipiente, acuden al ovario de la flor; el honguito lo desorganiza, no deja que se forme el embrión, y en lugar de las reservas farináceas de la semilla se organiza una condensada masa comicular endurecida, constituida por los filamentos furigicos muy apretados, de color casi negro o inclinante al violáceo, el cornezuelo de la Claviceps purpurea.

Mientras no se conocía la relación que existe entre el honguillo meloso de las flores de centeno y el estado esclerótico del mismo hongo, es decir, el cornezuelo, se supuso que correspondían a dos especies distintas. Para la primera se creó el genero Sphacélia, nombre derivado del griego sphake- los(σφάκελος, gangrena), y el honguillo se llamó Sphacélia segetum,que es como decir gangrena de las mieses. En realidad, no se trata sino de úna fase o estado de la Claviceps purpurea, que no ha salido todavía de la adolescencia.

Respecto a la Sphacélia segetum,consúltese el trabajo de Díaz Celayeta, Filomena, publicado en «Farmacognosia», núm. 43, págs. 27-142 (1957).

Alcanza la madurez a fines de primavera y en verano, según las condiciones de la localidad en que vive el centeno y del estado de este cereal en cada una de ellas..

Se cría

Sobre el centeno y otros cereales, pero no en todas partes.

Augusto Assia, corresponsal del diario «La Vanguardia», de Barcelona, en una crónica escrita en Bonn y publicada el 19 de octubre de 1958, decía así: «El más claro indicio de que las fuerzas alemanas comienzan a entrar en el círculo de las grandes potencias es el descubrimiento del primer espía importante. Al parecer, y en estos tiempos, un gran ejército sin espías es como un gran campo de centeno sin cornezuelo...». Si no supiéramos que aquel pseudónimo corresponde a Fernández Armesto, nacido en Galicia, nos lo haría presentir la frase antedicha, porque, realmente, allí «es tan abundante, dice Gómez Pamo, que casi puede asegurarse que todas las plantaciones de centeno lo contienen...». («Tratado de Materia farmacéutica vegetal», tomo II, pág. 41.) De mí puedo decir tambien que sin haberlo observado jamás en mis ya largas peregrinaciones por España, no hice sino asomarme a Galicia por Piedrafita y en el primer centenal del propio puerto lo vi copiosísimo. Pero abunda tambien en otras comarcas próximas a Galicia, de Asturias y del norte de Portugal.

En Cataluña lo hay, realmente, en las cercanías de Olot, según comunicación verbal de Antonio de Bolós, de cuya comarca lo citó Texidor. Y el Dr. Xiberta, de Vidreres (Gerona), cuya tesis doctoral versó sobre la flora de la Selva, me tiene dicho que raras veces se presenta en el centeno de las mesturas o mitadencos de aquella comarca. No parece tan raro en las montañas australes de Aragón. Salvador y Benedicto, farmacéutico de Igle- suela del Cid, en la provincia de Teruel, refiere que recogió hasta 4 onzas de cornezuelo en 1857; y otro farmacéutico de Molina de Aragón, Pascual B. Hergueta, dice que en sus tiempos el cornezuelo se colectaba en Aragoncillo, Canales de Molina, etc., durante el mes de julio. Véase Mas Guindal, «Materiales aportados por los farmacéuticos en pro de la Flora medicinal española» («Anales de la Real Academia de Farmacia», 1942, págs. 5,245,256).

En diversos países se ha intentado inficionar con este honguito los campos de centeno, en general con resultados poco halagüeños. En enero de este mismo año de 1959, la embajada de los Países Bajos en España ha comunicado el resultado desfavorable de las pruebas realizadas en Holanda en tal sentido.

En Europa, Ja mayor parte del cornezuelo destinado a la industria farmacéutica procede del noroeste de la península Ibérica y del sur de Rusia. Antes de la última gran guerra (según Ja- retzky, y referencia de Kroeber, en el tomo III, pág. 284), en Alemania se consumían anualmente 401 de cornezuelo, de las cuales sólo 1 procedía de aquel país.

Recolección y conservación

El cornezuelo se recolecta cuando el grano de centeno de la propia espiga está bien sazonado, generalmente cuando se siega este cereal o durante la trilla del mismo, y se separan de los granos indemnes los averiados. Entonces estos cornezuelos han alcanzado el máximo desarrollo, están un poco arqueados, como se ha dicho, y tienen de 10 a 35 mm de longitud y entre 2,5 y 5 de anchura, color negruzco un poco violáceo, la superficie mate o, a veces, algo pruinosa, sabor soso y olor característico. Quebrados, estos cornezuelos muestran la parte interna lisa, blanca o un si es o no es rojiza o amoratada, con los bordes intensamente violáceos.

CornezueloCenteno2.jpg
1, Comidios del cornezuelo (Shpacelia), aumentados unas 200 veces; 2, esclerocio con estromas, un poco reducido; 3, ápice de un estroma, aumentado unas 20 veces; 4, sección longitudinalde un peritecio; 5, ascos, aumentado cerca de 200 veces; 6, ascós- poras (2, de Wettstein; el resto, de Tulasne.)


Se desecan a la temperatura de 40 a 50 °C, o en aire confinado y con cal viva, que absorbe toda su humedad. Se conservan en frascos de cristal de boca ancha herméticamente cerrados; en los cuales se recomienda verter de cuando en cuando unas gotas de cloroformo con el fin de soslayar el ataque de ciertos insectos depredadores. Las reservas de cornezuelo han de renovarse todos los años, porque con el tiempo van perdiendo actividad hasta la desaparición total de sus principios activos, sobre todo cuando se conserva reducido a polvo, lo cual hay que evitar de manera absoluta.

En Galicia, el cornezuelo se vendía libremente; yo mismo lo vi en manos de las aldeanas, colocado en saquitos abiertos, en el mercado de Sarria, el verano de 1935.

Pero después de la guerra civil el comercio de esta droga ha quedado intervenido por el Estado. En enero de 1942 se dictaron las primeras disposiciones sobre este asunto, hasta la constitución de la Central Nacional Reguladora del Comercio de Cornezuelo de Centeno.

Composición

La composición del cornezuelo es muy compleja. Albert Hofinann nos la dio a conocer con todo detalle en sus conferencias de Madrid (véase «Farmacognosia», núm. 30; 1953). El principal componente de los alcaloides de cornezuelo^ sin excepción, es el ácido lisérgico, que constituye el núcleo, de carácter indólico, de los 6 alcaloides siguientes: ergotamina, ergosina, ergo- cristina, ergocriptina, ergocomina y ergobasina, que se distinguen por la naturaleza del grupo fijado en el carboxilo del ácido lisérgico.

Para que sea aceptable, el cornezuelo ha de poseer 0,05 % de alcaloides; sin embargo, a veces llega a carecer prácticamente de ellos o, por el contrario tiene hasta cuatro veces más de lo indicado, esto es, 0,20 %.

Su composición cualitativa, mejor dicho, las proporciones según las cuales se hallan en él los citados alcaloides, no son siempre las mismas. El cornezuelo que se recolecta en nuestra Península contiene de manera preponderante los del grupo de la ergotoxina (ergocristina, etc.); el de Rusia, ergotamina. Acerca de la valoración de los alcaloides del cornezuelo de centeno véase la noticia de Alvaro Zugaza, publicado en «Farmacognosia», núm. 10, págs. 37-68 (1947); y otras de la misma revista, en los núms. 30 y 32.

Virtudes

Como tal, el cornezuelo de centeno, así como sus extractos, tinturas, etc., se usan cada vez menos. En cambio, se emplean cada día con mayor frecuencia sus alcaloides, en obstetricia, por sus virtudes ocitócicas (es decir, para acelerar el parto) y hemostáticas, así como en neurología, por sus propiedades simpaticolíticas y sedantes. Los derivados hidrogenados de ciertos alcaloides naturales del cornezuelo se han revelado igualmente como excelentes remedios en el tratamiento de la jaqueca, de los trastornos de la circulación periférica y de la hipertensión (Hofinann, «La estructura del ácido lisérgico», en el indicado número de «Farmacognosia», págs. 310 y 311; 1953).

No todos los alcaloides del cornezuelo actúan de la misma manera. La ergotoxina y la ergotamina lo hacen sobre los músculos de los vasos sanguíneos, y, en consecuencia, la tensión arterial aumenta ligeramente. Cuando se toman en cantidad elevada, la regulación motora de los vasos sufre perturbaciones capaces de producir espasmos permanentes de los mismos, con trombosis, y subintra la gangrena. El gallo es tan sensible a la misma, que, cuando se le da cornezuelo, ergotamina o ergotoxina, su cresta y sus barbas se descoloran y azulean, y si la dosis fue demasiada o se repite durante varios días, acaban desprendiendose barbas y cresta, gan- grenadas por frita de circulación sanguínea.

En la parte histórica de este artículo se podrá leer cómo el hombre mismo ha sido víctima de tales gangrenas en sus epidemias de fuego sagrado de otros tiempos, con pérdida frecuente de los dedos de manos y pies, y aun de porciones de las orejas o de la punta de la nariz, es decir, de aquellas partes donde suelen molestar los sabañones.

Uso. El empleo del cornezuelo, así como el de sus alcaloides, queda exclusivamente reservado a los facultativos. En manos de indoctos, su uso es peligroso.

Historia

Los antiguos griegos creían conocer no pocas plantas capaces de facilitar o acelerar el parto; incluso tenían dos voces que expresaban esta idea, a saber, ώκυτόκος que ha dado ocitócico, y όξυτόκος, que dio oxitócico. Pero el mejor de tales aceleradores del parto, el cornezuelo, lo desconocieron como tal. Es una de las raras especies ignoradas por los grandes farmacólogos de la Antigüedad clásica, sin duda por lo menguado del cultivo de centeno en aquellos tiempos y por la rareza del cornezuelo en los países mediterráneos. Pero sus facultades ocitócicas, y aun las abortivas, eran bien sabidas en Extremo Oriente desde remotas fechas.

En Europa, las primeras indicaciones a este respecto aparecieron en el «Kráuterbuch» de Adam Lonitzer, en 1582. Pero con alternativas de aceptación y repudio en los siglos siguientes, puede decirse que hasta el siglo xix la Medicina facultativa no empezó el estudio científico de sus propiedades terapéuticas. Porque, según se lee en los autores alemanes, el nombre de Mutterkom, sin duda de respetable antigüedad, no puede traducirse al pie de la letra por grano matrical o de la matriz, ya que no tiene relación alguna con ésta. Por el contrario, creen que es una simple adaptación del latín secalis mater, madre del centeno, porque, en alemán, Mutter significa madre en toda la extensión de la palabra, lo mismo que en castellano, esto es, madre y matriz. A veces, como en este caso de «madre del centeno», indica otras relaciones, de origen, semejanza, etc., como acontece con cierta especie de hongos agaricáceos que, en catalán designamos con el nombre de more del rovelló («madre del mizcalo»), o con aquel pescado marino llamado mare del llug, parecido a la merluza, pero muy inferior y poco apreciado. Otros relacionan el nombre alemán con el latín mutarecomo para indicar que es una mudanza o alteración del grano de centeno.

Pero si en Europa el conocimiento de las virtudes más estimadas del cornezuelo datan de pocos años, las enfermedades producidas por él cuando se amasa pan con harina de este cereal mezclado con los granos averiados han dado mucho que sufrir. Ni en los textos de Dioscórides se escribió sobre el cornezuelo, ni tampoco en sus comentaristas del Renacimiento, pero en unos y otros se lee a cada paso que el uso de ésta o aquella planta aprovecha para remediar el juego de Sant Antón o fuego sagrado.

En «La gran plaga» de Lóhr vom Wachendorf, recien traducida y publicada en castellano por esta misma Editorial Labor, figuran textos horripilantes acerca de los estragos éausados en aquellos tiempos por las indicadas epidemias, tan horrorosas como la peste. Se llegó a sospechar, por fin, si podía haber alguna relación entre aquellas dolencias de carácter epidemico y el cornezuelo del centeno. Pero no; «lo que caía sobre la Humanidad como castigo de Dios no podía ser explicado por medios naturales. No obstante, esta explicación fue dada por el médico francés Thuillier hacia 1670. Vivía en una región rica en centeno, en el centro de Francia. Una y otra vez acudían a él, en demanda de auxilio, hombres que sufrían aquella antiquísima enfermedad, todavía misteriosa. Thuillier conocía el nombre vulgar que se le había dado en la Antigüedad: fuego sagrado, y decidió seguir las huellas de esta epidemia.

»¿Por qué enfermaban más los pobres que los ricos? Una epidemia no respeta ni el rango ni el nombre, no se detiene ni ante la riqueza ni ante la edad. La peste hacía sus devastaciones sin distinción, despoblaba aldeas y ciudades enteras. Ésta se propagaba por contagio, pero aquella otra epidemia, asimismo muy antigua y terrible, para la que ni siquiera había un nombre, no era contagiosa. Un enfermo podía permanecer rodeado de su familia hasta su horroroso fin, comprobando cómo iban muriendo lenta y dolorosamente todos sus miembros, sin que ninguno de sus deudos contrajese la enfermedad.

»Una vez hubo comprobado Thuillier que en este caso no había posibilidad alguna de contagio, investigó cómo se propagaba la epidemia, de qué manera se metía en los hombres... Si, efectivamente, era la alimentación la causa de esta enfermedad, podía tratarse sólo de un alimento autenticamente de pobres. El alimento de los pobres... ¿Acaso el pesado pan de centeno? Thuillier fue a echar una mirada a los campesinos de su región. Pasó por los campos de centeno y advirtió innumerables granos burdos, negros, en las espigas de centeno maduras. Nadie se preocupaba por ellas; siempre había tales granos, aunque algunos años faltaban casi por completo, y otros, eran casi tan numerosos como los granos buenos. El hombre había de tomar lo que le daba la Naturaleza. En la era, después de la trilla, los granos negros iban a parar al molino, junto con los granos buenos, y la harina pasaba a la artesa, y de ella a la mesa, convertida en pan.

»Más tarde, Thuillier pudo comprobar que después de los años abundantes en cornezuelo, la epidemia se recrudecía con singular intensidad. Aparecía especialmente horrorosa en aquellas familias cuyos campos de centeno habían sido pródigos en cornezuelo. Sin duda alguna, aquel cornezuelo negro, que él administraba a dosis bien ponderadas como medicina, tenía una estrecha relación con la epidemia. Registró por escrito sus observaciones y mandó el informe a la Academia de París. Las observaciones del médico rural no fueron desechadas como pura fantasía, pues entonces se estaba empeñado en encontrar explicaciones fidedignas a todos los procesos naturales.

»La Academia envió una comisión a la zona inficionada por la epidemia. Se completaron las observaciones de Thuillier y quedó patente una relación entre el cornezuelo y la epidemia.

»Bien, ya se sabía cómo pasaba la epidemia a los hombres; pero, ¿a qué se debía aquel cornezuelo en las espigas de centeno? En esto resultó impotente la ciencia de entonces. Pero de momento bastaba haber reconocido cuán perjudicial era el cornezuelo y haber evitado que en lo sucesivo sirviera para comer. El gran investigador francés de los hongos, Louis-René Tulasne, que estudió tambien la cuestión referente al carboncillo del trigo, fue el primero en dar con la causa del cornezuelo. Una vez más se trataba de un hongo pequeño, microscópico, reconocido como culpable».